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Nací en 1990 en Aplao - Arequipa, estudio Periodismo en la UNSA, francés en la Alianza Francesa de Arequipa. Formo parte activa de seminarios o eventos sobre cualquier expresión de cultura en general. Soy una persona de carácter sereno que agrada de las personas responsables, perseverantes. "LA TAREA HA DE SER DIFÍCIL, PUES SÓLO LA DIFICULTAD INSPIRA A LOS NOBLES DE CORAZÓN", busco reflejar este pensamiento de Kierkegaard, cada día busco mejorar.

sábado, 2 de octubre de 2010

Hacia la conquista de nuestra Identidad

El asalto de nuestra moral y la institucionalización de nuestra forma de vida

Nosotros somos desconocidos para nosotros mismos, nunca nos hemos adentrado en la búsqueda de nuestra verdadera esencia, de nuestra verdadera razón de ser, como que el objetivo supremo de nuestras vidas se mantiene secreto y oscuro tal enigma de travesía medieval. Lo insustancial y común de nuestras vidas se pierde y volatiza tal poción química expuesta al aire, mientras nuestras más puras y enternecedoras dudas se aíslan y terminan desvaneciéndose en la mediocridad de un débil pensar.

A lo largo de toda una existencia humana, el carácter inquisidor de toda investigación posible siempre se ha enmarcado hacia la conquista del exterior; ese exterior que nos parece tan misterioso, simplemente es la realidad que nosotros un día formamos, nosotros fuimos partícipes de su creación y la posibilidad de considerar trascendental la solución de sus enigmas para dar por hecho y resuelto el problema de la existencia y quehacer humano, simplemente es vago, perjuicioso y totalmente fuera de lugar y dirección.

El conocimiento si bien es cierto es parte del entorno que forjamos, ese conocimiento no es tal si antes de ello no es parte de nosotros mismos. “Dónde está tu tesoro, ahí está tu corazón” Nuestro tesoro está ahí donde se asientan las colmenas de nuestro conocimiento y deberíamos preocuparnos a la búsqueda de éste cual abejas recolectoras de miel con la clara intención de llevar algo a casa, que concluya o colabore de cierto modo a eliminar y resolver este vago dilema, tan antiguo como nuestra humanidad y civilización.

Pero sinceramente me temo que en tales asuntos jamás hemos prestado bien la atención, pues ocurre que no tenemos precisamente ahí nuestro corazón ¡Y ni siquiera nuestro oído! Se vuelve ruidoso, bullicioso y oscuro el panorama de la comprensión de nuestro fin y eterna necesidad; el saber qué hacemos en este mundo, de qué somos parte, qué verdad seguimos y lo más importante, el porqué seguir viviendo tan anónimamente en la miseria de una falsa identidad.

Las dudas que de nuestra razón brotan justifican y ennoblecen esta tan corta frase: “Cada uno es para sí mismo el más lejano”, las dudas e incertidumbres nos eliminan toda capacidad de análisis y fue y sigue siendo en el declive de esta intención, donde el hombre se cierra y limita a aceptar la realidad y su vida como la es y la entiende.

Con mucha frecuencia nos aferramos a pensamientos que bien son nuestros o bien son del mundo que habitamos, estos pensamientos nuestros, que nacen de nuestro crítica y análisis subjetivo no sabemos a ciencia cierta si son verdaderos o falsos o reprochables; lo que sí resulta comprensible es la conveniencia que de esta duda aprovechan las clases de poder. “Los gobernantes tienen un interés de mantener a sus súbditos en tinieblas, porque de otra manera sería sumamente fácil exponer la injusticia, la arbitrariedad, la inmoralidad y la irracionalidad de su propio gobierno” Helvetius (1715 - 1771) en esa inmadura edad media, describe así la situación en la cual nos encontramos, la verdad de los motivos de nuestras vidas, no nos pertenecen, sólo son esas verdades la consecuencia de un largo batallar de ansías y codicias de poder, que al final, los “valientes” triunfadores, terminaron por imponérnoslas y concluyeron afirmando su poder “divino”, su poder redentor y la condición sumisa que como población vencida hasta ahora poseemos y conservamos.
Lo innegable es que esos pensamientos de dudas y ambiciones de descubrir ahora la verdad, antes bien con la necesidad con la que el árbol da sus frutos, así brotan en nosotros, dando lugar a nuestros síes y a nuestros noes, y a muchas preguntas y a muchas más dudas.

De modo alguno establecemos en nosotros un juego de moralidad, en donde tenemos la gran indecisión de otorgarle a alguien en específico nuestros más graves problemas y nuestras tan gloriosas virtudes. La pregunta a responder sería ¿En qué condiciones se inventó en el hombre estos juicios de valor que son las palabras “bueno” y “malo”? y ¿Qué valor tiene ellas mismas? ¿Han frenado o han estimulado hasta ahora el desarrollo humano? ¿Son un signo de indigencia, de empobrecimiento, de degeneración de la vida? ¿O, por el contrario, en ellos se manifiesta la plenitud, la fuerza, la voluntad de la vida, su valor, su confianza, su futuro?

Hay dos grandes ideas que han confrontado sus posiciones, sus jerarquías y sus fundamentos, tal cual abanderados de naciones primitivas han encendido con sus pensares la llama de la confrontación y ahondado más y más la duda, una duda que al parecer nunca tocará fondo, una duda que seguirá creciendo hasta lo inimaginable, que terminará venciendo las ganas de concretarse y solucionarse y contentarse con sólo ser el gran vacío que inextricablemente algún día busco concreción.

Arthur Schopenhauer (1788 - 1860), el muy conocido filósofo alemán del siglo XIX, el cual tenía un concepto del valor de la moral, muy apegado al concepto de la compasión, que con frases tan elocuentes como: “Una compasión sin límites por todos los seres vivos es la prueba más firme y segura de la buena conducta moral”, “El hombre no debe compasión a los animales, sino justicia”, colocaba al valor de lo “no-egoísta” de los instintos de compasión, autonegación, autosacrificio, en un sitial de oro y divinizados, que al final terminaron por quedarse como “valores en sí”
Caso contrario al de Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844 - 1900), de la misma contemporaneidad de Schopenhauer, Nietzsche veía en estos valores el gran peligro de la humanidad, la más sublime tentación y seducción; la detención, la fatiga que dirige la vista hacia atrás, la voluntad volviéndose en contra de la vida, la última enfermedad anunciándose de manera delicada y melancólica.
Mientras Schopenhauer hacía fuerte alusión y dotaba de consistencia con su pensamiento a la compasión como valor supremo de la naturaleza, Nietzsche era adversario del reblandecimiento moderno de los sentimientos, Nietzsche consideró necesaria una crítica de los valores morales, considero poner en entredicho el valor mismo de los valores que hasta ahora aceptamos como correctos y como ciertos.
En aquel siglo XIX, se tomaba el valor de estos “valores” como algo dado, real y efectivo, situado más allá de toda duda, no se había vacilado en lo más mínimo considerar que el “bueno” era superior en valor a “el malvado” superior en valor en el sentido de ser favorable, útil, provechoso para el hombre (incluido nuestro propio futuro).

Es este el gran miedo que azotó la existencia de la humanidad, que terminó por configurarse como la filosofía de la “Transvaloración” (En sentido Nietzscheano la transvaloración es una modificación de la jerarquía, lo que por naturaleza debería estar debajo pasa a ocupar un lugar preeminente), Nietzsche revolucionó la existencia humana con un pensamiento innovador y poderoso, destruyó la franquicia de un estado soberano solventado en el poder divino, corrector y magnate de nuestras voluntades y al estruendo sonoro de su frase: “Dios ha muerto” inauguró en las poblaciones: crítica, rebeldía y sobretodo análisis de una realidad que hasta ese momento se consideraba imperturbable e inquebrantable.
El valor de la moral como regidora de nuestras vidas, se construye desde la propia identidad formada y constituida por el origen de la propia norma, la norma como estructura limitadora de conductas que nos encierra y  enmarca en los parámetros de la supuesta “normalidad”, institucionaliza toda expresión de la humanidad para luego conservarla y si el caso lo vale, irla modificándola y moldeándola al antojo de la sociedad de poder.
Aquellas épocas de la Europa Medieval, aquellas épocas en las que el Rey, vigorizado, respaldado y protegido de la divinidad ejercía su poder y control, hoy, así como en aquellas épocas seguimos siendo controlados por el papel del estado soberano que ejerce “su verdad”.

Porqué lo “bueno” es bueno y porqué lo “malo” es malo. Las acciones no-egoístas fueron en un inicio calificadas como correctas por las personas a las que les eran útiles, esa utilidad de las acciones, calificaba de una u otra manera a las acciones antagonistas como malas y negativas, pero con el paso del tiempo ese origen de alabanza hacia esas acciones se olvidó, y las acciones no egoístas, por el simple motivo de que, de acuerdo al hábito, habían sido siempre alabadas como buenas, fueron sentidas también como buenas; como si fueran en sí algo bueno. Nietzsche consideró que esta apreciación valorativa debía ser desvalorizada. El origen de la calificación de los actos no egoístas como buenos surgen de lo nobles, aquellos poderosos hombres de posición superior y elevados sentimientos, quienes se sintieron y calificaron a ellos mismos y a su obrar como “buenos”, o sea como algo de primer rango, en contraposición a todo lo bajo, vulgar y plebeyo. Es partir de este origen, como los señores nobles se otorgaron el derecho de crear valores, de acuñar nombres de valores. Una vez establecido esto, la pirámide de utilidades es distinta y no responde necesariamente de modo justo para todos los involucrados de la sociedad. Es esta distinción y capacidad  de creación lo que definió en un principio el dominante y sentimiento global de sumisión de unos y poder de otros, es este el inciso inicial de la antítesis  “bueno” “malo”

Esta cadena de poder no se corta y reduce a la capacidad de creación de valores, sino también en el origen del lenguaje, como una exteriorización del poder de los que dominan y que dicen: “esto es esto y aquello” .El poder no es de todos, el poder es exclusivo de unos pocos, unos pocos que sojuzgan y apretujan a los muchos a contentarse con lo que son y vivir en la ignorancia de una vida mal conocida.

El estado acechándonos.

El nacer en un hospital, el inscribirte en un registro público, el vivir en una casa, el ir a un colegio, el respetar a tus compañeros y profesor, el respetar el ambiente, el terminar tu primaria y empezar tu secundaria, el casarte y tener una familia, es parte de la identidad que forjó y que ahora somete nuestros instintos de libertad. Son todas estas expresiones parte de la voluntad de poder de esos pocos, contra esos muchos. Vayamos paso por paso.

El Hospital, el lugar donde no sólo nacemos, sino donde están los enfermos, los condenados por enfermedades sin cura, también donde están los desequilibrados mentales, es el lugar donde por norma uno debe nacer y solventar su primer rayo de luz, muy aparte de esto, el hospital nace como lugar de control para los enfermos mentales (los locos) la genealogía de la entidad de salud responde a la necesidad social de discriminar y separar a los “distintos” del orden normal de una población, estos sujetos eran concebidos como algo normal en otras épocas, en otros momentos, pero llegó el momento en que este sujeto ya no podía convivir más con la supuesta “gente normal” y fue separado de las calles y reprimido en los rincones de cuatro paredes y un pequeño campo abierto donde poder de vez en cuando “respirar”.
Algo curioso sucede con la concepción del loco y desequilibrado mental sobre la sociedad y la norma; muchos de ellos internados en asilos para dementes están convencidos de que todo el mundo está loco, menos ellos, muchos neuróticos graves creen que en sus ritos compulsivos o sus manifestaciones histéricas son reacciones normales contra circunstancias un tanto anormales y si esto fuera así… ¿Qué es lo que sucede con nosotros?
Nada es más común que la idea de que las gentes que viven en el mundo occidental están eminentemente cuerdas. Aun el hecho de que gran número de individuos de nuestro medio sufra formas más o menos graves de enfermedades mentales suscita muy pocas dudas en cuanto al nivel general de nuestra salud mental. La salud y la expresión en la creación de centros de control para el cuidado de la misma, independientemente del motivo que la hizo surgir, hoy es ahora la que solventa y vigila el desarrollo integral de cada sujeto. Si una persona se encuentra mal de salud, la posibilidad de sentirse bien, radica en ir a un hospital, indistintamente de la categoría de este (Clínicas particulares, Hospitales de Solidaridad), es decir, la salud se institucionalizo. Se logro la creación de un sistema que acapara una necesidad y la cubre, la salud de este modo, queda resuelta y definida.

Los Registros Públicos, el papel que estos desarrollan es de control y establecimiento del individuo en la legalidad, la legitimidad de la vida de una persona radica en el estar inmerso al sistema, los Registros Públicos, permiten a las personas inmiscuirse en la fidelidad del estado, un estado que considera oportuno la creación de una base de datos de una población, en teoría es un estado responsable y preocupado por sus habitantes; pero ésta no es la única manera de comprenderla.
La libertad de las personas empieza siendo consecuentes con las causas que originan sus comportamientos, ¿Habría error en que una persona no se inscriba en un Registro Público? Si lo vemos desde el punto de vista libertario y emancipador del sujeto, el problema es nulo y no existe; pero el Estado en la normativa que ejerce, cuenta como posibilidad de control esta inserción; tener a una persona inscrita e inmersa en el sistema, es ejercer indirectamente por medio de todos los tópicos institucionalizados de control y poder sujeta y reducida a la persona; en pocas palabras, el sujeto queda oprimido a una libertad que no es parte de su pensar, que no se originó en su meditar, que simplemente vino de afuera y él debe acatar.

El hogar, el concepto material de hogar propone la concepción de un espacio físico donde habitan personas unidas por distintos lazos. Los humanos en los albores de la civilización, eran errantes, vagaban sin propósito buscando satisfacer sus distintas necesidades; la errancia posibilitaba a esas personas encontrar los recursos necesarios en lugares diferentes y por lo mismo distantes. El comer, el abrigarse, eran necesidades que los primitivos satisfacían caminando de un lado para el otro; pero conforme nuevas necesidades hacían su aparición, ellos tuvieron que ir cambiando y modificando esta condición; ya no se hizo necesaria la errancia, puesto que descubrieron la posibilidad de lograr satisfacer sus necesidades básicas como el comer y el abrigo con un razonable uso del espacio y el entorno, de este modo se establecieron y consolidaron su presencia en un lugar y tiempo determinado por las necesidades que razonablemente supieron cubrir.

En la sociedad contemporánea, las necesidades que poseemos no son las mismas y en gran parte desconfiguraron aquellos otrora comportamientos, siendo sólo ahora estos, restos de un pasado que necesariamente tuvo que existir. Las condiciones ahora posibilitan la estancia fija, estancia que otorga seguridad, salud, integridad y reconocimiento en la sociedad.
Hay a pesar de esta sedentarización, una pequeña parte de nomadismo que aún solventamos sin darnos cuenta, es la errancia hacia las novedades; nosotros las personas poseemos una interminable preferencia y deseo de avidez de novedades, nunca estamos contentos con lo que somos y tenemos, siempre estamos de un lado hacia otro, siendo este un gran atenuante en la falta de consolidación de una identidad respaldada. Si bien es cierto el hogar, el entorno familiar nos imprime un matiz definido, no por esta condición deja de ser vulnerable y frágil hacia la alienación ¿Es posible reconocer nuestras necesidades con una identidad fragmentada y solventada en la errancia de preferencias y gustos? Lo que en principio resultó un problema leve, se convierte en una necesidad urgente de definir, por la importancia que posee el identificarse y de este modo ser reconocido. Lo que se busca es el afincamiento de las personas en una matriz conductual establecida, y al no poder la familia y el hogar solventar con este problema, la figura de las escuelas, colegios y universidades se hace necesaria e indispensable.

Las escuelas y colegios; la figura de estas instituciones se postula como consecuencia de la falta de identidad y se reclama como alternativa de rigor y encuadramiento. En las escuelas se encuentra un plan diseñado para someter al individuo y asemejarlo lo más posible al prospecto de ciudadano correcto; (ciudadano correcto es aquel responsable con su persona, con el estado y respetuoso del orden legal y jurídico de una nación). En baso a un diseño curricular vigilado por el Estado, las escuelas y colegios formulan la estabilidad personal e intelectual de las personas. ¿Es nuestro segundo hogar? Sí, en cuanto esta institución resuelve con trato flexible, ordenado y programado la inserción del sujeto al sistema social del Estado.
En este espacio cobra notoriedad y trascendencia el papel del profesorado, estos sujetos instruidos y en el concepto “capacitados” son los encargados de orientar y en el defecto otorgar la línea temática y conductual del alumnado. En base a una autoridad sustentada en la “edad” “madurez” “responsabilidad”  “capacidad académica” conllevan e instruyen a los futuros sujetos activos del Estado.
El poder de estos sobre el alumnado es absoluto, no existe la posibilidad abierta y sustentada de subordinación de parte de los “chicos”, puesto que un leve intento sería considerado tal cual Estado democrático como sedición, reprimiéndose y forzándose a retracción al sujeto que provoca la falta. De este modo, las escuelas y colegios moldean al individuo desde sus inicios a un régimen definido, en donde las libertades propias de la niñez se ven reducidas a simples juegos y las ansias de expresión, ruptura, disrupción se ven subliminadas a la más fiel y devota asimilación de las normas y leyes, en su mayoría morales, que la institución educativa, teniendo como escudero al Estado, importa, y ejecuta en sujetos débiles de identidad y concepción del mundo y sociedad donde habitan.
En la misma línea de influencia, se encuentra las Universidades, este es un tópico libre y de espontánea elección, el sistema de educación superior no ofrece una atracción inquebrantable hacia la norma. Las universidades es el lugar donde uno consolida sus preferencias, donde uno determina sus prioridades en base a sus gustos y reorienta y sublimina todas sus fuerzas dispersas hacia la fijación objetiva de una meta.
Por la misma tendencia que posee, la Universidad es un espacio en donde la libertad cobra más vida, se revitaliza, el individuo encuentra satisfacción incluso a la más banal de sus aspiraciones, pero es en este ambiente en apariencia libertaria, en donde el sujeto determina sus posibilidades y se enfrasca en la misión de conseguirlas. La Universidad con su control y descontrol, con sus reglas y rupturas va perfilando al sujeto y acomodándolo a una indestructible fijación y sujeción.

El matrimonio, sin lugar a dudas es la institución social por excelencia, reconocido por la entidad jurídica en general, por las costumbres y tradiciones, por la religión, que en su larga historia se ha consolidado como la entidad base de las relaciones y potenciales afectos entre los sujetos del orden social. El matrimonio es la fuente legitimadora más conocida, ya que legitima no sólo a los sujetos que la contraen, sino también a ellos que como consecuencia de ella podrían resultar.
La unión de personas que de por sí son distintas es algo ya increíble, la fijación que se establece entre dos personas supone la mutua satisfacción de encontrar en el otro rasgos llamativos y por considerados por la persona en cuestión, sumamente atractivos y convincentes. El gusto y preferencia que desencadena la fijación, son expresiones personalmente particulares, pero íntimamente ligados a la tendencia general de seguridad y capacidad. Por ejemplo: está demostrado que las mujeres se sienten atraídas por los hombres ricos y poderosos, porque las mujeres están “genéticamente” programadas para intuir que los machos “alfa” están más capacitados para cuidar a los hijos. En el caso de los varones, otro estudio descubrió que el macho humano está genéticamente programado para ser polígamo, es decir infiel a su esposa, debido a la necesidad de que su simiente se esparza lo más posible.
Son todos estos detalles los que justifican la frase mencionada en el inicio de la idea (La unión de personas que de por sí son distintas es algo ya increíble), las diferencias que en un inicio se posibilitaron salvables e inocuas, en el matrimonio suelen desencadenar rencillas mínimas, que con la ferocidad del tiempo se irán ahondando, trayendo esto como consecuencia, la ruptura de afinidades y conflicto de gustos e intereses, que si no son salvados y solucionados podrían calar profundo en la estructura de la familia.
El matrimonio es un símbolo social, lo es en cuanto la figura del matrimonio otorga nombre y posicionamiento. Al estar dentro de la legitimidad de la norma del Estado, esta institución jerarquiza su posición frente a otras alternativas de convivencia y establece un rango en la sociedad. Una pareja casada es una pareja correcta, una pareja informal, es una pareja pasadera, es la conclusión que del caso de puede llegar.

Las formas institucionalizadas de esparcimiento, desarrollo, progreso, integración, convivencia y satisfacción como las vistas y desarrolladas no son otra cosa más, que parte de un Estado que busca coger y absorber a todos los sujetos de su entorno social. La idea básica presentada se confirma y establece como verdadera. El Estado y directamente los sujetos cabeza de Gobierno, son los responsables de que la gran carga de inautenticidad que sostenemos, siga vigente y perdurando. ¿De qué vale a una sociedad vivir si no lo hace con la reflexión justa de sus necesidades y siguiendo de esta manera sus pensamientos, ideas y más sublimes concepciones?
Todo lo “bueno” y lo “malo” de nuestro comportar a lo largo de la historia, no son más que expresiones de la voluntad de poder de unos pocos, personas que con la insignia de “divinos” ejercieron control y desbando sobre sociedades humanamente primitivas e inconsistentes. ¿Se puede afirmar la bondad o malicia de nuestros actos teniendo como referencia este irreprochable pasado? La tradición, la costumbre, los hábitos y toda una larga carrera de falsa identidad y engaño, sustentan que los actos y comportamientos que hoy mostramos sean correctos e incorrectos.

¿Cómo batallar contra la “normalidad”? ¿Cómo volver al origen de lo “bueno” y lo “malo”? ¿Cómo hacer frente al implacable poder controlador y represor de un Estado heredero de concepciones ilegítimamente originadas? Lamentablemente el Estado de Poder y la consecuente Moralidad fueron forjadas así. Acaso tengamos la valentía de intentar reordenarla, será oportuno y bueno ser conscientes que la Revolución que posiblemente forjemos, se consolidará como la más grande y magna en la historia de las naciones. ¿Estamos preparados para ello? Primero simplemente sería bueno despertar.