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Nací en 1990 en Aplao - Arequipa, estudio Periodismo en la UNSA, francés en la Alianza Francesa de Arequipa. Formo parte activa de seminarios o eventos sobre cualquier expresión de cultura en general. Soy una persona de carácter sereno que agrada de las personas responsables, perseverantes. "LA TAREA HA DE SER DIFÍCIL, PUES SÓLO LA DIFICULTAD INSPIRA A LOS NOBLES DE CORAZÓN", busco reflejar este pensamiento de Kierkegaard, cada día busco mejorar.

lunes, 7 de junio de 2010

Hechos e Historia.


Sin excepción, en la vida todas las personas se fijan metas, se fijan objetivos; objetivos y metas que con sus propias herramientas han de conseguir, han de conquistar y será en la realización de esos anhelados sucesos que el hombre encontrará trascendencia e historia.

A la vez que constituye sus metas y objetivos, el hombre se enfrenta a distintas realidades, realidades que en la perversidad de su naturaleza obstaculizan y retrasan el cumplimiento de estos hechos; es muy conocido, es tremendamente conocido que el mundo en sus distintas matices enfrenta a los sujetos, a sus deseos y es en esta lucha de intereses que se justifica la futura trascendencia de uno de ellos; habrá un sujeto que ha de triunfar, habrá otro sujeto que ha de perder y es en la relación de victoria y derrota que se posibilitará el trascender de uno de aquellos hombres. Ya lo decía Hegel: “La historia comienza cuando se enfrentan dos deseos”, esta frase en este contexto es validada por la explicación antes mencionada...

Pero...¿Cómo justificar el enfrentamiento de deseos? ¿Por qué han de enfrentarse deseos? ¿Por qué necesariamente tiene que existir derrota y victoria en la confrontación de estos?

Es como la participación en un torneo de ajedrez, los jugadores juegan sus fichas, desplazan sus ideas y es en este actuar que buscan imponer su juego, imponer sus propios deseos de victoria; aquella persona que diga que sólo es necesario participar y que el triunfo no lo es todo, niega el deseo de trascendencia, niega la esencia de su vida, niega el evento de cada posibilidad hecha. El hombre busca trascender, busca perpetuarse en la historia y de esa forma negar esta mortalidad de la cuál estamos hechos, renegamos de esta condición, queremos prolongar nuestro existir y son en estos deseos de trascendencia que el hombre inventó el Arte, inventó la Tecnología y sigue inventando tantas cosas que harán que sea recordada su figura como sujeto trascendente e histórico.

El hombre que logra trascender, es un hombre que impuso sus deseos por sobre los deseos de los demás, es un hombre que logró que el otro lo reconozca como su superior, como el hombre que pudo ser más y que fue en ese anhelo de ser más que logró trascender; se admite de este modo que la conciencia no es la subjetividad total y definida, porque si yo deseo el trascender, ese trascender se realiza en confrontación con los deseos de los demás y es en este entramado social, decirlo también, entramado de choques y fuerzas que la conciencia adquiere esa condición de exterior y así expulsa sus deseos hacia la conquista de sus posibilidades.

Esto es algo magnífico y asombroso, que revela en sí la esencia de los comportamientos de las personas, y que otorga y que aclara y que justifica esa lucha de cada individuo por alcanzar su metas. Siempre habrán cosas, personas, inconvenientes, que retrasarán el cumplimiento de nuestros objetivos, pero es en la potestad y autoridad que impulsamos nuestros deseos que logramos sobreponer nuestros anhelos sobre los anhelos de los demás, logrando así el ansiado reconocimiento del cual creemos la sociedad es digna de otorgarnos.

¿Necesitamos imprescindiblemente el reconocimiento de la sociedad para trascender?

Es una pregunta muy difícil de responder; es importante reconocer que en la lucha de deseos, uno gana y otro inexorablemente pierde, pero es en esta guerra de deseos que se debe conocer lo siguiente: ambos individuos saben que bien pueden ganar o bien pueden perder; lo curioso a continuación: “En uno de los dos sujetos el deseo de ganar, el deseo de imponerse al otro es más fuerte que el deseo de perder, pero en el otro sujeto el deseo de perder es más grande que el deseo de primar sobre el otro”, esto forma de esta manera una relación de vencedor y vencido, relación en la cuál el vencedor obrará una vez ya triunfante sobre los deseos del vencido y esta relación es la que se perpetua por el paso de la existencia de ambos

Si ya con esto logramos anteponernos por sobre los deseos de otra persona, el obstáculo a romper y traspasar es el trascender por sobre los deseos de la sociedad; la sociedad es muy vasta y en esta vastedad que se solventa su gran complejidad; cometeríamos un error en tratar de conquistar a la sociedad siguiendo nuestros propios deseos e ir ignorando los deseos de esa gran masa compacta. Esta bien, pudimos prevalecer sobre un sujeto, pero el prevalecer por encima de la sociedad completa no es lo mismo que trascender en nuestro primer deseo. Reconozcamos que es la sociedad en su distintas formas de asociación la que forma la cultura, la que ordena e institucionaliza los comportamientos de los sujetos y que es el anhelo de las personas de cumplir sus propios deseos lo que dinamiza y mueve esta gran masa que es la sociedad.

domingo, 6 de junio de 2010

El ser diferente.


Para la que con el sopesar de su querer aliviana esta angustia...
Para la que con el carisma de una risa, satisface un día a día...
Para la ilusión perenne por la cuál ser diferente...
Para seguir viviendo y viviendo a mi manera...Para ti.
 

Emerson decía: “La tarea más difícil del mundo es pensar”, e inevitablemente me viene a la mente el recordar los comportamientos de toda la masa estudiantil de las universidades, no sólo de las nacionales, sino también particulares que en la particularidad de sus métodos de enseñanza e influencia expide a los jóvenes subliminales y poderosos controles de poder y es en esta grandeza de normas y conceptos que recave la absoluta, pero a la vez abstracta decisión voluntaria de corromper las normas, de corromper el orden; es decir las normas y reglas de los institutos disciplinarios como son las Universidades, los Colegios...,etc., no hace más que formar una exterior capa de dominación, que se ve reflejada en la obediencia y en la prudencia del comportamiento de estos jóvenes dentro de estos lugares de disciplina y orden, no obstante a la vez se va formando una regla distinta a esta primera premisa, las normas sujetan al individuo a un orden establecido, pero lo que no es sujeta es la subjetividad del sujeto, mientras más fuerte es la norma, más fuerte es la intención de querer violarla y es totalmente conocido por la sociedad que el hombre encuentra placer en la ruptura de la norma.

Lo curioso es que los sujetos, especialmente los jóvenes hacen todas las cosas sin saber, ni conocer el propósito explícito de esa realización; “Ah, bueno, lo hago porque tenía que hacerlo, porque se hace así” obramos como hormigas que ignoramos cuál es nuestra verdadera función, las normas y reglas condicionan de manera insospechada hasta nuestros más mínimos comportamientos, el cómo caminar, el cómo saludar; y esta evidente institucionalización de nuestra vida es la que nos convierte en sujetos dominables susceptibles de cualquier influencia y agravio subliminal.

Reaccionar ante este régimen que impone por todos los medios sus conceptos e ideologías es algo muy difícil a la vez temible, no son muchas las personas que en la historia de la sociedad han logrado liberarse de esta constante sujeción, empero si pudieron una vez fuera de este orden, volverse y comportarse a una manera en la cual respetaban sus ideales, convencidos por sus motivaciones y cumpliendo con sus propios mandamientos.

Esto puede ser muy mal vinculado con la idea nietzscheana del Superhombre (Übermensch); los jóvenes que en el común transitar de nuestras vidas acatamos reglas, pero indistintamente de cuál sea el resultado de ellas fomentamos en nosotros la resistencia subjetiva, no tenemos el control abierto de nuestras potencialidades, es decir no tenemos esa capacidad del Übermensch de crear su propio sistema de valores, de seguir sus propios ideales y de asquear de este modo la suprasensibilidad de los valores supremos; a nosotros no nos compete esos atributos, hacerlos, atribuírnoslo es devastador en una etapa como esta en la cual buscamos identidad, en la cual buscamos aceptación y recojo en algunos de los grupos institucionalizados de la sociedad.

La pregunta y gran cuestión sería: ¿Cómo puedo vivir mi propia “vida”? ¿Cómo puedo sentir que obedezco a mis propias reglas sin salir del normal transitar de esta sociedad?

La respuesta es totalmente particular, depende de cada uno y radica en la libertad de poder elegir; existen infinitas posibilidades, infinitas acciones que podemos hacer, pero es en esta infinidad que podemos ejercer un propio control, control al elegir. Por ejemplo: Al final de cada parcial en la Universidad, sea cual fuere esa Universidad, los jóvenes mayormente comandados por los sujetos con un papel de decisión fundamentado en el libre albedrío y éxito en su idea de vida, deciden y por lo tanto llevan a los demás a celebrar el final de esos exámenes; es común en la sociedad peruana universitaria, estudiantil, “celebrar” este hecho con alcohol, con fiestas, con “libertad”; por eso no es raro ver a manadas de adolescentes dirigirse a los “huecos” de abastecimiento etílico para disfrutar esta euforia que supone el haber acabado un semestre, indiferentemente de cual haya sido su desempeño individual...

Decía, los sujetos van a las discotecas, “huecos” a tomar; ¿cómo puede uno vivir respetando su propia norma, cumpliendo sus propios dogmas?, DECIDIENDO; si deseas entras y consumes y eres uno más de ellos, si no deseas continuas por tu camino y haces lo que en tu pensar es lo correcto; pienso que es un ejemplo claro de saber elegir, de saber cómo llevar nuestras vidas. Es en la superficialidad de hechos tan cotidianos, tan simples como el mencionado, que el sujeto se encuentra con su propio ser. El hecho de aceptar tus propias normas significa la puesta en marcha de una auto-institucionalización; confías en tus pensamientos, confías en tus ideas y por ellas riges tus movimientos en la sociedad y este papel decisorio que nosotros mismos nos atribuimos no es en ningún momento un intento de transformar nuestros propios valores y jerarquizar unos nuevos a nuestra manera, sólo es saber llevarnos en un mundo que en la espontaneidad de sus sucesos encuentra la rutina y satisfacción de personas que como ovejas se comportan y celebran los vicios institucionalizados por los ejes de poder y control.

Pienso que esa es la función de esos lugares, pienso que para eso están, y pienso también que así como los sujetos que participan de ello ignoran el hecho de ir, también los encargados y dueños de esos lugares ignoran su naturaleza y rol en la sociedad. El mundo se está consumiendo cada vez más en esta rutilante emoción que significa el vivir, mejor dicho “el supuesto vivir” y no es pedir mucho y no es pedir absolutamente nada más que lo que Emerson con su frase quería comunicarnos: Pongámonos a pensar ya.









sábado, 5 de junio de 2010

Una sociedad sana: una sociedad “equilibrada”


Con gran facilidad resulta definir el estado de una persona; observar si está bien, observar si está mal; esta facilidad puede fundamentarse en que una persona sólo constituye un individuo, una “única” entidad, un único esfuerzo por realizar, un solo examen por determinar; pero cómo hemos de determinar el grado de salubridad de una sociedad completa, saber si está bien, saber si se dirige bien, saber si resulta, en efecto cumplir con lo que una sociedad es.

Este es un problema vasto y conflictivo, que puede llenar con generosas posturas agnósticas la visión sobre lo que verdaderamente debe ser una sociedad. El primer punto a resolver es cómo podemos saber qué características son propias de una sociedad sana; la sociedad se rige por normas, normas que solventan y justifican el comportamiento de las personas y que gracias a su poder coercitivo establecen un orden en el cual sería delito el no saberse comportar; el problema sería que las personas, que los sujetos, no se acondicionen a ese régimen y esta desasimilación traería en consecuencia una proclive e inminente desarticulación del sistema, transgredido por los comportamientos desconsiderados de las personas: “Una sociedad es normal por cuanto que funciona, y que la patología sólo puede definirse por relación a la falta de adaptación del individuo al tipo de vida de su sociedad”[1] Considerando que el orden normal de una sociedad se sustenta en los comportamientos individuales de las personas y que el problema no es causa del orden inestable e impreciso de la sociedad, se puede decir que está en cada uno como “único individuo” solventar sus problemas y fijarse de ese modo en la sociedad que de manera tácita y abstracta formula las condiciones morales y “correctas” para habitar.

La segunda cuestión intrigante es: ¿Por qué en la existencia de sujetos distintos como son los locos y la gente normal se percibe distintas realidades? ¿En qué estriba esta concomitante diferencia? La aparición del “loco” o “extraviado social” se configura en la existencia y nacimiento de la sociedad occidental contemporánea[2] y su vinculación al orden normativo se encuentra limitada y abstraída por las capacidades intrínsecas de la naturaleza a la que pertenece, a partir de ello el juzgar de su persona se ve completamente equivocado, sin fundamento, limitado de toda veracidad y certeza y es esta razonabilidad la expresión auténtica de su estado como sujeto social; en cambio las personas cuerdas “leídas” otorgadas de inteligencia, razón, seguridad y capacidades formula y dirige su accionar respetando los preceptos que establece su razón a través de la influencia del entorno social, es decir sus juicios y conceptos son validados por el orden que rige su sociedad; ¿Qué juicio es el verdadero? Nietzsche: “La verdad es la conquista de la voluntad de poder” la posible transvaloración[3] de las normas es responsabilidad de las instituciones que componen cada sociedad, y son estas instituciones apoyadas con el papel decisorio de las autoridades y gobierno que sustenta y afirma la autenticidad de la sociedad; ellos impulsan un orden, orden en el cual es potencialmente realizable las anhelos de cada persona, es el éxito de este orden el que valida la vigencia del régimen, régimen en el cual, por más decirlo se acepta el juicio de los “cuerdos” quedando por lo mismo relegados a la clandestinidad las ideas de los demás.

La tercera cuestión: ¿Son todas las personas de la sociedad, capaces de comportarse moralmente bien cumpliendo a lo mucho con los mínimos tópicos de control y desarrollo social? Creo ciertamente que estos tópicos son anestesiados a las personas en las formas más subliminales que la sociedad haya podido inventar; desde la temprana estimulación a la cual se somete a los niños en las escuelas y las que intervienen en el proceso de domesticación que nos infringen en las iglesias, universidades, centros comerciales; son todas estas potenciales y recurrentes formas de influenciación y represión social. Existen personas que han aprendido muy bien a comportarse cumpliendo con estos estatutos, los respetan e hicieron de ellos la energía vital que regula y domina sus vidas, pero otras aún no asimilan y son estas reglas tomadas como advenedizas, ligeras e inconsistentes; es por esta ruptura del lazo social que une al sujeto con su sociedad, y es también por esta heterogeneidad demostrada que la sociedad no puede comportarse de manera convencional, no puede hablarse así de una sociedad sana en su totalidad; será siempre inconsistente de uniformidad y homogeneidad en su estructura social.

Es alarmante saber que al final del camino no se encuentra más que un gran intento de domesticación, de disciplinamiento y como gran “escoria” de esto la notoria e inevitable visión de un mundo que en el intento de ser, acabo perdiendo lo único que tenia: la esencia de ser uno mismo, la esencia de ser social.






[1] Erich Fromm “Psicoanálisis de la Sociedad Contemporánea” México, Fondo de Cultura Económica, 2006, Pág. 18
[2] Para una observación compleja y profunda sobre la cuestión de la locura y su formulación en la sociedad actual, recomendable es la lectura de “Historia de la Locura en la Época Clásica” de Michel Foucault, FCE México, 2008.
[3] En sentido Nietzscheano la transvaloración es una modificación de la jerarquía, lo que por naturaleza debería estar debajo pasa a ocupar un lugar preeminente.