Sin excepción, en la vida todas las personas se fijan metas, se fijan objetivos; objetivos y metas que con sus propias herramientas han de conseguir, han de conquistar y será en la realización de esos anhelados sucesos que el hombre encontrará trascendencia e historia.
A la vez que constituye sus metas y objetivos, el hombre se enfrenta a distintas realidades, realidades que en la perversidad de su naturaleza obstaculizan y retrasan el cumplimiento de estos hechos; es muy conocido, es tremendamente conocido que el mundo en sus distintas matices enfrenta a los sujetos, a sus deseos y es en esta lucha de intereses que se justifica la futura trascendencia de uno de ellos; habrá un sujeto que ha de triunfar, habrá otro sujeto que ha de perder y es en la relación de victoria y derrota que se posibilitará el trascender de uno de aquellos hombres. Ya lo decía Hegel: “La historia comienza cuando se enfrentan dos deseos”, esta frase en este contexto es validada por la explicación antes mencionada...
Pero...¿Cómo justificar el enfrentamiento de deseos? ¿Por qué han de enfrentarse deseos? ¿Por qué necesariamente tiene que existir derrota y victoria en la confrontación de estos?
Es como la participación en un torneo de ajedrez, los jugadores juegan sus fichas, desplazan sus ideas y es en este actuar que buscan imponer su juego, imponer sus propios deseos de victoria; aquella persona que diga que sólo es necesario participar y que el triunfo no lo es todo, niega el deseo de trascendencia, niega la esencia de su vida, niega el evento de cada posibilidad hecha. El hombre busca trascender, busca perpetuarse en la historia y de esa forma negar esta mortalidad de la cuál estamos hechos, renegamos de esta condición, queremos prolongar nuestro existir y son en estos deseos de trascendencia que el hombre inventó el Arte, inventó la Tecnología y sigue inventando tantas cosas que harán que sea recordada su figura como sujeto trascendente e histórico.
El hombre que logra trascender, es un hombre que impuso sus deseos por sobre los deseos de los demás, es un hombre que logró que el otro lo reconozca como su superior, como el hombre que pudo ser más y que fue en ese anhelo de ser más que logró trascender; se admite de este modo que la conciencia no es la subjetividad total y definida, porque si yo deseo el trascender, ese trascender se realiza en confrontación con los deseos de los demás y es en este entramado social, decirlo también, entramado de choques y fuerzas que la conciencia adquiere esa condición de exterior y así expulsa sus deseos hacia la conquista de sus posibilidades.
Esto es algo magnífico y asombroso, que revela en sí la esencia de los comportamientos de las personas, y que otorga y que aclara y que justifica esa lucha de cada individuo por alcanzar su metas. Siempre habrán cosas, personas, inconvenientes, que retrasarán el cumplimiento de nuestros objetivos, pero es en la potestad y autoridad que impulsamos nuestros deseos que logramos sobreponer nuestros anhelos sobre los anhelos de los demás, logrando así el ansiado reconocimiento del cual creemos la sociedad es digna de otorgarnos.
¿Necesitamos imprescindiblemente el reconocimiento de la sociedad para trascender?
Es una pregunta muy difícil de responder; es importante reconocer que en la lucha de deseos, uno gana y otro inexorablemente pierde, pero es en esta guerra de deseos que se debe conocer lo siguiente: ambos individuos saben que bien pueden ganar o bien pueden perder; lo curioso a continuación: “En uno de los dos sujetos el deseo de ganar, el deseo de imponerse al otro es más fuerte que el deseo de perder, pero en el otro sujeto el deseo de perder es más grande que el deseo de primar sobre el otro”, esto forma de esta manera una relación de vencedor y vencido, relación en la cuál el vencedor obrará una vez ya triunfante sobre los deseos del vencido y esta relación es la que se perpetua por el paso de la existencia de ambos
Si ya con esto logramos anteponernos por sobre los deseos de otra persona, el obstáculo a romper y traspasar es el trascender por sobre los deseos de la sociedad; la sociedad es muy vasta y en esta vastedad que se solventa su gran complejidad; cometeríamos un error en tratar de conquistar a la sociedad siguiendo nuestros propios deseos e ir ignorando los deseos de esa gran masa compacta. Esta bien, pudimos prevalecer sobre un sujeto, pero el prevalecer por encima de la sociedad completa no es lo mismo que trascender en nuestro primer deseo. Reconozcamos que es la sociedad en su distintas formas de asociación la que forma la cultura, la que ordena e institucionaliza los comportamientos de los sujetos y que es el anhelo de las personas de cumplir sus propios deseos lo que dinamiza y mueve esta gran masa que es la sociedad.