El siguiente es un estudio y análisis en su inicio puramente descriptivo que en el recorrer de los párrafos a través del análisis justificará porqué es que catalogo a la cultura del Reggaeton como un nuevo modelo social y porqué probablemente postule la formación de una seudo-clase cultural, cultura que con la simpatía del caso llamo: “La cultura Looney".
La cultura "Looney" no es sino la cultura del reggaeton, el reggaeton que como género musical ha amalgamado tantas expresiones musicales y a hecho propias tantas sinfonías y herramientas de musicalización propias de otros géneros y que en su corto, pero a la vez inconmensurable reinado a hecho que no sólo la mayoría de adolescentes, sino también niños y hasta jóvenes casi adultos interioricen este ritmo convirtiéndolo de esa forma en el patrón que rige sus comportamientos y estimula sus motivaciones.
La pregunta sería: ¿Cómo reconocer a un chico (a) “Looney”?
Pienso que existen tantas maneras de poder reconocerlos, creo que es tan fácil como identificar a un “Emo”; pero de manera particular, me di cuenta de la existencia de esa otrora pequeña cultura cuando atravesaba los 15 – 16 añitos (añitos; porque no pasaba los 1.60 cm. y en mi cabeza no vivía otra persona que no sea Daddy Yankee). Un chico Looney tiene el timbrado de su celular obviamente con un reggaeton, y si no es así con unas voces raras en la cual dice: “Chuculún, chuculún o La vecinita quiere…”, viste en ocasiones con pantalones holgados, así como también con pequeños y apretadísimos pantalones “pitillo” soliendo usar estos a “medio trasero” dejando así al deleite su prominente y límpido traste.
Cuando conversan con otros chicos es típico encontrar las frases “habla loco” o con más cariño “habla loquito” y el saludo que correspondería a un simple apretón de manos se desliza en el intento de hacer un jugueteo con ellas; ¿Cómo es que la simple cordialidad se suspende en ese juego de manoseo e interminable picazón de creatividad? Es inexplicable, pero a la vez curioso, muy curioso.
Sus peinados…creo que ninguno de estos chicos mantendría en su cabeza el típico “raya al costado” cómo que en su “onda” eso los definiría como correctos y lo que ellos menos quieren es verse como chicos apegados a la regla, quieren verse totalmente aligerados, libres de toda sujeción y pues un buen pelo parado o una colita de “guerrero saiyajin” les imprime ese punto de libertad tan propio que ellos sienten que es imposible no ser así.
Su andar…son muchas las ocasiones en las que sueltos de todo control, alejados de toda propuesta de obligación y retraídos de toda sujeción, marchan y alargan con las grandes tallas de sus prominentes zapatos agigantados pasos sobre la tupida y ennegrecida pista de brea que con sus polos y pantalones en la mayoría oscuros combinan en un mosaico perfecto, imprimiendo así un matiz colorido y bello que insinúa rebeldía y esas conductas tan “al garete” que definen sus personalidades. Es muy complaciente ver cómo se deslizan con esas conductas estas criaturas tan singulares, criaturas que al fin y al cabo son personas que con su propia autenticidad demuestran al mundo lo que es vivir a su modo, vivir como diría está sociedad…”a su manera”.
El bailar…como mínimo los chicos y chicas de la onda Looney asisten como a 4 ó 5 fiestas al mes, y es en esos momentos cuando despliegan todo su arsenal prendario que ocupa un lugar muy cuidado en su armario; incluye por supuesto sus polos apretados y muy ceñidos, no importa en este caso cuál sea el volumen de su dorso, cuál sea el espesor de sus pechos, pero al fin y al cabo esos politos están ahí; luego, los pantalones, suelen ser prendas muy rasgadas, de colores fuertes y “ps” tienen más bolsillos y cierres que un pantalón de soldado americano y sí se quiere ser más expresivo, no ha de faltar el clásico “blin blin” y una gorra que ante el “insoportable” calor de una mañana tropical, obviamente esa mañana sólo existe en su cabeza, recubre sus muy marcados y enigmáticos rostros que se adormecen y bailan al “Dembow” de la fuerte y pegajosa melodía.
Ya en la fiesta es todavía más placentero observar cómo cada uno de estos personajes “frontea” por cada pasillo del salón, cómo enarbola su figura ante las luces tan coloridas y en ocasiones ese abundante “humo” que imprime un tono tan místico y expresivo. Lo mínimo que pueden hacer es pedir una pequeña jarrita de licor y sentarse a “patrullear” la zona en búsqueda de una “gila” que con un “Flow” similar al suyo invada en su territorio y aceche su mirada.
Prácticamente estas son las formas más simples y seguras de poder identificar a un chico Looney, y al tratar de identificarlos no se trata de establecer prejuicios y de este modo sesgar a esta parte de adolescentes y jóvenes, sólo es pertinente saber cómo es que afloran en nuestra ya multivariada cultura urbana nuevos modelos de comportamiento, modelos que a punta de buen “dembow y flow” se ganaron un lugar y hoy más que nunca en esta etapa de crisis de identidad reclaman a voz pasiva y plausible un reconocimiento general de una sociedad tan prejuiciosa y en ocasiones anticuada y temerosa de innovación como la nuestra.
¿Cómo calificar a esta cultura del reggaeton?
Son tantos sucesos que ocurren sin pausa y aceleradamente en nuestro país que no nos ponemos a analizar y observar cómo es que surgen, cómo es que logran una no proclamada y reconocida autenticidad estos nuevos modelos sociales; se justifica de este modo los ya proclamados postulados acerca de una inminente institucionalización de la moda.
Este modelo, que incluye una forma de pensar, que incluye un propio comportamiento, que incluye una propia vestimenta, que incluye también un propio ritmo de música, es algo que está aquí entre nosotros; si antes se tomaba como vulgar, hasta en ocasiones ofensivo e intolerable, es cierto que todos estos síntomas nos hablan de una inminente trasgresión de la cultura; la cultura se va mutando, va asimilando las características de otras culturas y es esta inevitable mutación la que le otorga el carácter de inauténtica, inauténtica como dirían los tradicionalistas porque vulnera y atropella el orden normal de su ciclo, pero en estos tiempos en donde la multidisciplinariedad y la difusión del conocimiento no otorga derecho de propiedad en temas culturales, resulta inoportuno adoptar conductas que no harían más que negar esta ya proclamada nueva sinfonía de la sociedad en general.
¿Por qué esa búsqueda en la innovación?
Toda innovación no sería admitida ni proclamada como tal por todo el mundo, si no existiera el papel tan importante que ahora contiene la publicidad; es a través de este medio que todo el mundo “sabe” lo que pasa en el mundo. La publicidad, en sí, es mentir lindo; es magnificar, glorificar, todas aquellas cualidades de un producto o un servicio que lograría en las personas esa incondicional sumisión y por lo tanto el ansío de adquirirlos y empezar a utilizarlos.
La publicidad nos indica lo que tenemos que leer, lo que tenemos que comer, lo ropa que tenemos que utilizar, el lugar donde debemos de estudiar; todo el “mundo” hace caso a la publicidad y es en esta innegable posición que se justifica y sustenta esta inautenticidad tan grande que ahora colma de alienación a las culturas. Por ejemplo: A los chicos Looney les gusta por norma escuchar reggaeton; esta cultura popular en el Perú tiene que tener un medio con el cual se identifique, medio que obviamente reproduzca reggaeton, este medio es la ya conocida radio Moda; chico Looney que no ha escuchado radio Moda, que no sabe cuál es la canción con más Flow del día, está en nada, y ese estar en nada lo descalificaría del grupo, lo alejaría de esa comunidad y obviamente aniquilaría la primitiva y hasta ese momento inconsistente identidad grupal. ¿Qué tiene que hacer este chico? Simplemente escuchar radio Moda, saber cuál es la canción con más Flow, para que ahora con este conocimiento sea admitido y afiliado a esta tropa de asalto musical.
La mayoría de sujetos nunca está conforme con lo que es, con lo que tiene, siempre busca ser algo más, es en esta búsqueda que recurrimos a toda lo ya institucionalizado; asistimos a una academia preuniversitaria, postulamos a una Universidad, vamos de fiesta los viernes por la tarde, dormimos hasta las 10 de la mañana del día siguiente y al despertar queremos saber qué toca ahora, ese saber qué toca ahora es la búsqueda a la satisfacción de la sed de novedades, y pues buscar más novedades nos tiene en esta incesante pesquisa de nuevas cosas y buscar las cosas sin un rumbo fijo, sin tener algo planificado, nos hace vagar por una superficialidad tan alarmante que sólo nos contentamos con los momentos y casi nunca profundizamos en algo. Es difícil admitir esto, en cuanto creemos que el camino que seguimos es el que nosotros elegimos, si en un momento nos ponemos a pensar, te darás cuenta de que todo el “mundo” hace eso, todo el “mundo” va a una academia preuniversitaria, todo el “mundo” postula a una Universidad, todo el “mundo” en una ocasión ha salido de “tragos” un viernes por la tarde y todos, absolutamente todos creemos que hacemos todo a nuestro estilo, a nuestra manera; la diferencia en este caso, sería vivirlo como pensamos, vivirlo según nuestra propia regla.
Es en esto que se justifica el porqué de la filiación de los adolescentes a este género; este ritmo es muy fuerte, muy vibrante y los adolescentes al buscar su libertad, su propia identidad, rompen las reglas y es en la melodía de este género tan enérgico y destructor de tranquilidad, que por más decirlo está…también “rompe”, que encuentran simpatía y comprensión con sus aspiraciones.
A lo largo del tiempo han surgido modas y seguirán surgiendo, pero cuando estas modas se convierten en modelos de comportamiento, ya no se puede hablar de una simple tendencia temporal. Es en este caso tan simple y a la vez tan complejo, que observamos y admitimos este ciclo de la cultura que en su constante trajinar muta y sesga rasgos, características y que es precisamente en este divagar, que innova, que conserva y admite estos nuevos modelos en la sociedad.